Radicales libres: El error de querer eliminarlos todos y cómo encontrar el equilibrio

No es tu culpa, pero sí tu responsabilidad entenderlo.

Hoy quiero contarte la historia de una fiesta. Una de esas que empieza bien, pero que se desmadra en cuanto entran los invitados que no sabes ni por qué están ahí. ¿Te suena?

Todo empieza dentro de tu cuerpo, que respira, come, duerme (o al menos lo intenta). Y de pronto, sin que te des cuenta... ¡pum! Llegan los radicales libres.

Estas moléculas fiesteras van robando electrones como si fueran chupitos en una boda. Atacan el ADN, las proteínas, las células... lo que pillen. Y tú, sin saberlo, eres el anfitrión de un fiestón molecular donde lo que se estropea no es el sofá, sino el colágeno de tu piel o las neuronas de tu cabeza. ¡Bienvenidos al estrés oxidativo!

¿Qué hace tu cuerpo frente al estrés oxidativo?

Por suerte, tu cuerpo tiene porteros de discoteca antioxidantes: el glutatión (jefe de seguridad), la vitamina C (la que echa agua a los que se pasan), la vitamina E (la que apaga fuegos), y otros como el resveratrol (sí, el de la uva y el vino).

Hasta aquí, todo va bien. El problema aparece cuando crees que tomar antioxidantes en exceso es la solución. Error: en la dosis está el veneno.

¿Por qué no debes eliminar todos los radicales libres?

El cuerpo necesita un poco de estrés oxidativo, lo que se conoce como eustrés oxidativo. Es necesario para luchar contra infecciones, regenerar tejidos y activar la autofagia (la limpieza celular).

Un poco de caos es necesario para activar la regeneración, combatir infecciones y limpiar desechos celulares. Esto se llama hormesis: un pequeño estímulo estresante que mejora la salud si se maneja bien.

El equilibrio es la clave

No conviertas tu cuerpo en un campo de batalla entre antioxidantes y oxidantes. Piensa en tu cuerpo como una pista de baile, donde ambos bailan en armonía y tú, como buen DJ, decides qué suena y cuándo.

La juventud no está en un botecito mágico, sino en entender tu cuerpo y darle lo que necesita... y no más. Cada persona es diferente, y factores genéticos y de la microbiota influyen en la necesidad de antioxidantes. La personalización es clave para encontrar el equilibrio.

Recuerda: el secreto no es matar a todos los radicales, sino vivir de forma que no generes demasiados.

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